Liderazgo en femenino

Alemania, Nueva Zelanda, Finlandia, Dinamarca, Noruega, Islandia, Taiwan… estos países tienen dos cosas en común. La primera, su éxito a la hora enfrentarse y frenar la expansión de la pandemia provocada por el coronavirus. La segunda, estar gobernados por mujeres.

Todas ellas han destacado por haber hecho frente a la COVID-19 tomando medidas rápidas y contundentes, además de tener una actitud transparente y cercana a sus conciudadanos,  muy importante a la hora de transmitir CONFIANZA.

Esa forma de actuar, tan diferente de otros países en los que la tardanza a la hora de tomar decisiones, la negación del problema o la falta de criterios claros han provocado una situación de caos, vuelve a poner de manifiesto el debate sobre si el liderazgo femenino es más efectivo a la hora de gestionar la política y las crisis.

Política tradicional vs Liderazgo en femenino

Estas  mujeres, al igual que otras muchas políticas, están ejerciendo sus responsabilidades de una forma alternativa. Ponen en valor características y valores que no solemos encontrar en la política tradicional ejercida por los hombres, pero también por mujeres que han adquirido el patrón de comportamiento político clásico.

No gobiernan ni piensan igual.

Simplemente, tienen ciertas similitudes en su forma de gobernar, pero sobre todo, de comunicar, pese a ser mujeres de distintos países, generaciones, e incluso opciones políticas.

Evidentemente, ser mujer no implica directamente tener esas habilidades del liderazgo en femenino sobre las que estamos hablando.  Esas habilidades son parte de la forma de ser de muchas mujeres, pero también de muchos hombres. Al igual que hay mujeres que carecen de ellas.

¿Cuestión de género?

Más que de una cuestión de género, se trata tanto de actitudes como de aptitudes.

Características del liderazgo femenino

El liderazgo femenino se caracteriza por ser no ser tan autoritarias, al tender menos al enfrentamiento, lo que se traduce en políticas y lenguajes menos belicosos y frentistas.

También la comunicación es una parte fundamental de ese liderazgo femenino, las mujeres de las que hablamos suelen tener un discurso más directo y sincero, menos agresivo, y  capaz de conectar con amplias capas de la población, en una clara aproximación a la resiliencia.

Han sido honestas, y han dicho las cosas sin paños calientes de una forma tranquila y resolutiva, algo que les ha dado credibilidad ante sus respectivas opiniones públicas. Por ejemplo, la canciller alemana, Angela Merkel, fue muy clara al afirmar que la pandemia era la peor crisis desde 1945 y que más del 60% de la población se contagiaría.

Las palabras de estas mujeres se alejan de los discursos épicos y de guerra que se escuchan en los políticos de muchos países.  Y también destacan por la transparencia, incluso en casos como el de Bélgica, un país que aunque el virus ha azotado fuertemente a las residencias, y cuya primera ministra, Sophie Wilmès, ha apostado por hablar de forma clara a la población.

Además, saben (y quieren) delegar, y demuestran cierta empatía con los problemas y con el dolor de sus ciudadanos. Algo que en muchos gobiernos de muy próximos no hemos visto.

Liderazgo político = Confianza.

En definitiva, el liderazgo de estas políticas genera confianza entre la ciudadanía, un valor que es casi una anomalía en muchos países.

Algunos ejemplos

En esta forma de hacer política más humana y empática también deberíamos inscribir a dos políticas de instituciones supranacionales europeas.

La primera, Ursula von der Leyen. Hace unas semanas, la presidenta de la Comisión Europea pidió perdón a Italia por no reaccionar a tiempo ante la crisis sanitaria (algo inusual en política, donde no es muy común que se reconozcan los errores), o la presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, que ha puesto en marcha un plan de emergencia con las medidas necesarias para intentar atajar la crisis económica provocada por el coronavirus, enfrentándose a la oposición de los halcones del norte.

También destacan algunas por políticas novedosas, empáticas, y rompedoras.

Como ejemplo, la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacitan Ardern, además de realizar una política de comunicación clara, directa y honesta que ha servido tanto para alertar a la población como para tranquilizarla, ha tomado medidas como bajarse un 20% su sueldo y el de sus ministros y distintos altos cargos del país, realizando propuestas como semanas laborales de cuatro días para fomentar el turismo interno y potenciar la economía.

Además, ha tomado medidas concretas y cercanas que han tranquilizado a la población, poniendo en  marcha ayudas directas que se podían cobrar desde el día siguiente de su anuncio para empresas, como un subsidio inmediato para todas aquellas empresas y autónomos que hubieran sufrido una reducción mínima de un 30% de su facturación, y del que pueden beneficiarse durante 3-5 meses.

En Finlandia, la primera ministra, Sanna Marin (la gobernante más joven del planeta con tan solo 34 años), puso en marcha un plan para que 1.500 influencers de este país difundieran las recomendaciones sanitarias para frenar la expansión de la pandemia.

Nuevos liderazgos, liderazgo en femenino

La sociedad resultante de esta pandemia necesitará de nuevos liderazgos. Y sin duda, en este mundo en cambio y transición, la forma de gestionar y comunicar de las mujeres que ejercen este liderazgo femenino será un modelo a seguir en muchos países.

Se necesitan hombres y mujeres con vocación de servicio público, líderes cercanos que resuelvan los problemas, sean empáticos con las necesidades y las inquietudes de los ciudadanos, y que infundan confianza en un mundo cada vez más inestable.

¿No se han dado cuenta? Pues la sociedad, así lo está demandando.

No se trata de hombres o mujeres, se trata de liderazgo en femenino.

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