No es nada nuevo que los partidos políticos tradicionales están en crisis. En España, y en el resto de los países occidentales.
La reciente candidatura del exprimer ministro francés Manuel Valls a la alcaldía de Barcelona con una plataforma ciudadana de la que todavía no se sabe demasiado, es el último ejemplo, junto al triunfo de la coalición de derechas Avenir Québec en las elecciones de esta provincia canadiense, superando a los liberales y a los independentistas con sus propuestas anti inmigración.
Pero incluso antes podían observarse muchos ejemplos de cómo los partidos políticos de toda la vida se han visto desbordados por la situación política y por el hastío ciudadano.
Emmanuel Macron en Francia es un buen ejemplo. Un político que, sin apoyarse en un partido de corte tradicional, consiguió en unos meses hacerse con el gobierno de uno de los grandes países de la Unión Europea, superando a socialistas, conservadores o a la ultraderecha de Marine Le Pen.
También lo hemos visto con Donald Trump, que aunque pertenece al Partido Republicano, ha alcanzado la presidencia de Estados Unidos de una forma poco ortodoxa casi al margen de la estructura del partido.
Y las plataformas ciudadanas surgen y triunfan en muchas ciudades y regiones de toda Europa poniendo en jaque a los partidos de diferentes ideologías.
Muchas podrían ser las causas de esta situación en la que los partidos tradicionales han sido superados por nuevas opciones políticas que atraen a millones de ciudadanos desencantados.
¿Puede estar relacionada la crisis de los partidos políticos con la crisis económica?
Una crisis económica que ha empobrecido a las clases medias que han sufrido una caída en su nivel de vida y que ven peligrar el futuro, no solo de sus familias, sino de sus ciudades y países.
En ese contexto de crisis económica, pero también social, los partidos políticos son protagonistas de un proceso de desprestigio del que todavía no han salido, tal y como podemos ver elección tras elección.
En unos casos, los ciudadanos han abrazado opciones extremistas y populistas que han hecho bandera de temas con la xenofobia o la protección de los derechos de los ciudadanos ‘nacionales’ frente a las amenazas de la inmigración y de la economía salvaje de las grandes corporaciones empresariales.
En otros casos, parte de esa ciudadanía ha apostado por plataformas y por políticos independientes como forma de intentar dar una vuelta al sistema al margen de los partidos políticos tradicionales.
Otras formas de hacer política. El verdadero liderazgo político.
El desprestigio de los partidos políticos tradicionales viene motivado por muchas causas. La primera, y principal, porque muchos ciudadanos creen que no han sido capaces de dar respuestas a los retos de la crisis económica. Si a eso le sumamos la incoherencia a la hora de tomar decisiones, los recortes sociales o los casos de corrupción, tenemos el cóctel perfecto para comenzar a comprender esa desafección de parte de la ciudadanía hacia los partidos.
En un momento además, de restricciones económicas que han hecho que la sociedad se haya vuelto mucho más sensible hacia la corrupción generalizada del establishment.
Esta situación, combinada con el miedo a un futuro que cambia demasiado rápido para sociedades que estaban acostumbradas a tener estabilidad, ha llevado a que los partidos, y los políticos que forman parte de ellos, pierdan su credibilidad, provocando un hartazgo en una parte de la ciudadanía que ha cambiado el sentido de su voto hacia líderes extremistas y antisistema en numerosos países occidentales.
Además, en este tiempo en el que se exige transparencia a la hora de gestionar las instituciones públicas, la sociedad percibe a los partidos como estructuras opacas, clientelares y poco democráticas en lo que a funcionamiento interno se refiere, pese a que muchas organizaciones ya han asumido el papel de las primarias para elegir a sus líderes y candidatos.
Los ciudadanos quieren soluciones.
Los ciudadanos no confían en las organizaciones políticas clásicas por su falta de eficacia a la hora de solucionar problemas, y se han echado en brazos de nuevos movimientos que recorren el mundo occidental dejando como cadáveres políticos a partidos que se consideraban de gobierno, tal y como hemos visto en países como Hungría, Italia, o en Francia, país en el que el hasta hace poco todopoderoso Partido Socialista ha pasado de gobernar, a obtener un escuálido 6% de los votos.
Los nuevos movimientos, que no responden a las lógicas políticas tradicionales, basan su crecimiento en tocar la fibra sensible de sus electores, prometiendo soluciones rápidas y contundentes a las cuestiones que inquietan a la gente, empezando por el desempleo, y siguiendo por temas como la desaparición de las identidades nacionales, la inmigración, la seguridad o el terrorismo. Temas que han provocado una tremenda volatilidad electoral en Europa y el derrumbe de los partidos tradicionales en muchos países de nuestro entorno.
Marca personal del político, o lo que es lo mismo, ¿qué huella política quieres dejar?
Cada vez es más importante la marca personal, o lo que yo llamo huella política de las personas con responsabilidades políticas o con aspiraciones a cargos públicos.
Trabajar la coherencia respecto a la identidad, el liderazgo, la comunicación y todo lo que se refiere a la marca personal del político, tiene cada vez más relevancia para tener un buen punto de partida en una trayectoria política.