Cómo construir las bases de la sociedad del futuro con mentalidad de pensamiento catedral y soñar con un modelo de sociedad para dejar a las generaciones futuras.
Vivimos en un mundo cortoplacista
Los políticos, se mueven en base a encuestas, elecciones, titulares y tweets, y eso es algo inasumible como sociedad, pero también a nivel político, ya que necesitamos decisiones e iniciativas políticas a medio y largo plazo para atajar problemas como el cambio climático, o las futuras y probables pandemias que volverán a aparecer en años venideros, según comentan los expertos.
¿Qué es el pensamiento catedral?
A esta actuación marcada por la falta de visión futura se contrapone un enfoque radicalmente diferente, un concepto acuñado por Roman Krznaric y que yo traslado a los entornos políticos: el pensamiento catedral en política. Esta forma de actuar se basa en las catedrales medievales. O mejor dicho, en la forma de construcción de estos edificios en torno a los que giraba la vida de las ciudades medievales.
En su construcción, participaban generaciones de arquitectos, de artesanos, de canteros, de obreros, de carpinteros… todos ellos sabían que no verían la catedral terminada, ya que las obras se prolongaban durante décadas, e incluso siglos.
Pero eso, daba igual. Había un fin mayor en el que se implicaba toda la ciudad: una catedral que ejerciera como centro de atracción y de referencia dentro del burgo.
Era un trabajo común en beneficio de la comunidad, y de las generaciones futuras. De ese modo, cada una de las personas que participaban, eran simples pero imprescindibles peones dentro de esa visión de futuro.
Y cuál es el pensamiento catedral en política
Esa misma idea de trabajar por el futuro, alejándose del cortoplacismo, se traslada al pensamiento catedral en política.
Una forma de pensar y de tomar decisiones más necesaria que nunca para responder a los retos que nos ha planteado el nuevo coronavirus 2019. Como la debilidad de los sistemas sanitarios, el recorte de las libertades públicas para frenar la pandemia, o los retos económicos a los que nos enfrentamos ante la crisis desatada por la pandemia. De hecho, aunque tenemos retos urgentes que resolver, la planificación y el pensamiento catedral se han vuelto más importantes que nunca para crear proyectos políticos estables y asegurar el bienestar de la sociedad y los valores de las democracias liberales frente al populismo.
Un equilibrio entre la Visión a corto y a largo plazo
Aunque es evidente que necesitamos solventar con rapidez y eficacia los problemas más urgentes a nivel sanitario, económico y social que ha provocado la covid-19, no es menos cierto que los dirigentes políticos deben combinar esta MISIÓN ACTUAL con una VISIÓN A LARGO PLAZO que asegure la calidad de vida de los ciudadanos sobre los que influyen.
No queda otra que aprovechar esta crisis que estamos viviendo para construir las bases de la sociedad del futuro, y para conseguirlo, es necesario empezar a trabajar en el pensamiento catedral, soñando con el modelo de sociedad que queremos dejar a las generaciones que vivan en nuestro país en 20, 30 o incluso 100 años.
Educación
Hay aspectos, como el educativo, que requieren urgentemente pasar de batallas políticas cortoplacistas y pensar en pactos a largo plazo para conseguir una educación de calidad que redunde en una sociedad mejor dentro de varias décadas.
Medio Ambiente
Lo mismo sucede con las políticas ambientales, claves para garantizar la sostenibilidad y tratar de amortiguar los efectos del cambio climático.
También podríamos hablar de otros asuntos clave como los niveles de protección social, de sanidad, de empleo, de infraestructuras…
Estas cuestiones tan importantes requieren de acuerdos, de mayorías y de altura de mira para ver más allá de ganar o perder las próximas elecciones, fijando el objetivo a varias décadas vista.
Altura de miras, más allá del cortoplacismo en política
Las grandes decisiones políticas requieren pensar a medio y largo plazo, y la planificación que impone el pensamiento catedral es la solución, no solo para garantizar nuestro futuro, sino para conseguir acercar a los gobernantes y líderes políticos a una sociedad que se ha alejado totalmente de ellos.
Si la sociedad ve altura de miras en su clase dirigente, si ve como sus políticos se alejan del ruido ensordecedor del cortoplacismo diario y enarbolan banderas y políticas que aseguren un mundo mejor, puede que las personas que toman decisiones políticas recuperen parte de la credibilidad perdida en los últimos años.
Solo tendríamos que saber contestar a esta pregunta clave que Roman provoca en su libro: ¿Qué clase de ancestro quiero ser?
¿Qué huella política quiero dejar en la historia con las decisiones que estoy tomando?
¿Cuál es tu opinión?
La gente vota con el bolsillo, lamentablemente se los obliga a hacer eso.
Gustavo Woltmann
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